Estrategias de intervención clínica desde una psicopedagogía comunitaria 

 

El SAOP se propuso realizar el trabajo de diseño de una teoría y una práctica de la prevención y atención psicopedagógica basadas, en primera instancia, en delimitar y esclarecer las problemáticas de consulta en torno a los aprendizajes, para posteriormente, establecer la posible pertinencia de diagnósticos y tratamientos, es decir, desarrollar una labor propiamente asistencial y de orientación, de carácter comunitario.

 

Cuando se lleva a cabo un desempeño clínico en una institución pública, se hace necesario adoptar criterios que surjan de su condición de espacio no privado: una institución donde lo que se privilegia son los objetivos de inclusión, en este caso lo que en un sentido amplio puede denominarse salud mental comunitaria, y por lo tanto el ejercicio de una ética solidaria.

 

Es por ello que el SAOP ha adoptado una perspectiva teórico-clínica que propicia un tipo de intervención psicopedagógica, y que se constituye entonces como eje central de la labor terapéutica: se trata de evitar las hegemonías teóricas, que suelen empobrecer la mirada sobre el campo que se pretende comprender, alejándose de prácticas obedientes a modelos teóricos eurocéntricos. 

 

En este sentido, se decidió asumir la idea de dispositivo clínico como aquel “conjunto de presupuestos teóricos y clínicos con que el terapeuta se acerca al abordaje de los sujetos que consultan y que configuran un marco general de trabajo que generalmente puede hacerse explícito tanto al paciente como a sus familiares”, para trabajar con los diversos enfoques teóricos a modo de caja de herramientas y no con un sistema de saber cerrado, que construye por ello miradas rígidas y unidimensionales. Es así que Cerdá sostiene que “intentar explicar los procesos del aprendizaje desde una teoría desdeñando las otras, sólo puede ser efecto de esa notable forma de ignorancia llamada soberbia”. 

 

De tal modo, se incorporaron a la formación y a la labor propiamente clínica saberes provenientes de las perspectivas constructivistas, las neurociencias, los estudios del lenguaje, la genética, el psicoanálisis y la neuropediatría, entre otras disciplinas. “Estos abordajes –sostiene Cerdá- vinieron a sumarse a una línea de trabajo que, con base en la teoría psicoanalítica, hace hincapié en la existencia de un sujeto hablante, emergente de un determinado entorno familiar que lo contextualiza en sus aspectos individuales, simbólicos y fantasmáticos. Desde este supuesto es que fueron construyéndose sucesivas y cada vez más precisas estrategias de abordaje clínico acerca de las dificultades de los aprendizajes”. 

 

Respecto de la multireferencialidad en torno a los saberes mencionados, es importante resaltar la advertencia planteada por Cerdá: “no se trata de importarlas acríticamente, sino de utilizar ciertos recortes de sus desarrollos que pueden resultar muy útiles en la tarea de comprender a un niño que puede padecer dificultades de variada índole, que se reflejan en sus dificultades”.

Es por ello que –puntualiza- que “cuando hacemos referencia al término estrategias, aludimos a una praxis caracterizada por su flexibilidad clínica, que lleva la marca de la teorización psicoanalítica como un punto de partida ineludible para comprender los fenómenos de significación, pero que no puede ser la única perspectiva con que intentar el abordaje del cúmulo de determinaciones, procesos y aristas que ofrecen los aprendizajes y sus eventuales disturbios”.

 

“En todo caso –prosigue Cerdá- es necesario recordar que no se trata de aplicar sin más una determinada teoría que se presupone hegemónica, sin analizar sus invisibilidades, sus contradicciones y su narrativa. Por otra parte, es suficientemente claro que en el ámbito de la Psicopedagogía se está muy lejos de haber llegado a un consenso acerca de qué hablamos cuando nos referimos a la clínica y que tampoco existe una multiplicidad de concepciones teórico-clínicas, más o menos rigurosas”.

Es por ello que el SAOP puede y debe contribuir, desde una labor ética y teórica, a la configuración de una praxis comunitaria que contemple un marco conceptual interdisciplinario, que permita encaminarse hacia la elaboración de estrategias clínicas válidas en la consecución de una comprensión, lo más abarcadora e integral de los complejos procesos que constituyen los aprendizajes en niñas, niños y adolescentes.

Es por lo antedicho que resultó necesario desarrollar un ejercicio de intervención y reflexión clínicas desde una concepción interdisciplinaria posicionada en el paradigma de la complejidad “con el propósito –explica Cerdá- de evitar hegemonías teóricas oclusivas de la tarea a realizar. En este sentido, las diferentes formaciones disciplinares deben constituir una riqueza y no una dificultad. La utilización de un determinado andamiaje teórico, no puede consistir en el único recurso de quien lo ejerce debido a la ausencia de otras lecturas, sino en un abordaje válido, aunque no se constituya en omniexplicativo”.

 

 Por ello es que se desprende la necesidad de desplegar, tal como afirma Cerdá, “una multireferencialidad tanto teórica como operativa en la tarea clínica cotidiana, de tal modo que pudieran generarse diferentes miradas que permitiesen un abordaje múltiple, aunque no exento de complejidades. Las preguntas que necesariamente surgen de una actitud clínica como la propuesta por el SAOP, obliga a que constantemente se generen interrogantes múltiples acerca de cada paciente que se considera, así como de cada situación clínica que se nos presenta”.

 

A partir de este posicionamiento es que “pudo construirse un espacio institucional que se convirtió en campo propicio para desarrollar producciones teóricas y clínicas”, plasmadas hoy en tres libros colectivos, el libro de Cerdá “Avatares de los aprendizajes. Sus dimensiones y trastornos. Una perspectiva multidisciplinaria”, así como varias investigaciones. Cerdá afirma que “la multireferencialidad se constituyó en la fuente de un estilo de abordaje de la problemática considerada, que nos permitió ejercer la suficiente flexibilidad teórico-clínica como para adoptar una perspectiva u otra, según lo aconsejaban las circunstancias”.

 

Resulta necesario tener presente que esta intervención teórico-clínica se sitúa como psicopedagógica, lo que significa que centralmente se interesa por los aprendizajes y sus múltiples manifestaciones, desde una lectura amplia acerca de circunstancias, determinaciones y contextos que configuran a los pacientes y sus familias en estos procesos. Por lo tanto, los criterios clínicos del abordaje, tal como los planteara Cerdá, se preocupan por dilucidar, frente a una consulta específica, los siguientes aspectos:

 

  • El despeje de determinaciones genéticas, neurológicas y neuropsicológicas que pueden incidir, tanto primaria como secundariamente, en relación con la variedad sintomática que se presenta, así como la evaluación de las Funciones Cerebrales Superiores y el despliegue que el paciente puede realizar con ellas.
  • Una lectura lo más completa posible de la configuración subjetiva que porta el paciente, incluyendo el análisis dinámico de su aparato psíquico.
  • La elucidación de los imaginarios que atraviesan al conjunto familiar y/o a la escuela, en relación a la presunta situación de conflicto.
  • Una direccionalidad en las intervenciones que posibilite la asunción de una escena problemática que pueda hallarse oculta, y al mismo tiempo una actitud alerta acerca de los fenómenos transferenciales que se ponen en juego en las y los profesionales del Servicio.

 

Es por todo lo desarrollado en este Proyecto y Programa Clínico Institucional que Cerdá sostiene que una mirada clínica constituye “una mirada global acerca de un semejante que sufre y necesita, en primer lugar, un incremento de comprensión acerca de sus prácticas de sí y de su desarrollo neuropsicológico, fantasmático y social”.

 

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