Problemática clínica en torno a los aprendizajes 

 

El principio de carácter práctico que se ha establecido en el origen de este tipo de diagnóstico clínico fue su diseño en tanto situado y exploratorio, que integró las distintas dimensiones de las prácticas clínicas, con el propósito de contribuir a maximizarlas, ya que el conocimiento y la transformación de una situación problemática en torno a los aprendizajes de niñas, niños y adolescentes comienza por el hecho de tomar conciencia de ella. 

 

Desde los desarrollos de Cerdá (1), concebimos a los aprendizajes como “procesos de extrema complejidad que abarcan multiplicidad de dimensiones y presuponen tanto las respuestas fisiológicas preformadas, los procesos de epigénesis neuronal, así como las configuraciones psíquicas que se construyen desde el mismo momento del nacimiento”. Esta concepción plural de los procesos del aprender “no hace otra cosa que procurar dar cuenta de todos los niveles de integración por medio de los cuales el sujeto intercambia con su ambiente, utilizando para ello no sólo su dotación genética, fruto del desarrollo evolutivo, sino también esos productos exclusivos de la especie humana que son la producción de significación, el lenguaje y, consecuentemente, la cultura”.

 

Resulta claro entonces, que “los aprendizajes humanos –prosigue Cerdá- suponen procesos de carácter complejo que habitualmente se subsumen en un único concepto abarcador. Ahora bien, el modo de concebir los aprendizajes sostiene que puede entenderse como la capacidad de realizar una tarea –de cualquier nivel y complejidad- bajo el efecto de una interacción con el entorno”.

 

Es por ello que, según lo plantea, “el diagnóstico no nos interesa como acto de enunciación o calificación nosológica, sino más bien como un conjunto de hipótesis clínicas que operan como guías de trabajo”.

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